_Tengo hambre.
_¿Y qué? Padre ha dicho que no salgamos de casa hasta que él vuelva. Y ya sabes cómo se pone Padre cuando le desobedecemos.
_Pero seguro que ha ido a buscar una nueva casa. Tardará horas en volver.
Su argumento sonaba convincente. Sin embargo, no conseguía convencer a su hermano.
_Te digo que tenemos que quedarnos aquí.
_Bueno, pues tú di lo que quieras pero nos perderemos una buena comida –los dos jóvenes dragones habían olido ya a los intrusos.
_¿Y si se han ido ya? Tus rugidos les han espantado.
_Si no quieres venir no lo hagas, allá tú –dijo mientras se alejaba.
_Esperaré a Padre.
_¡Qué paisaje tan variado! –observó Antilius-. Deberíamos montar una ruta turística.
_¿Qué significa “turístico”? –preguntó Kit aburrida.
_Es alguien que…
Se calló al ver una mancha roja cruzar entre dos rocas cercanas.
_Ejem… ejem –prosiguió-. Chicos, creo que tenemos compañía. Precisaré aún más; creo que es un dragón.
_¿Y estos son malvados? –preguntó Kit.
_Seguro que no –proclamó Duder-. Si hemos llegado hasta aquí el porvenir no nos va a recompensar con un dragón malvado. Ya veréis.
El dragón se asomó tranquilamente por uno de los caminos laterales. Duder se acercó al dragón:
_Hola, me llamo Duder. No queremos pelear –estaba orgulloso de esas palabras-. ¿Eres malvado?
El dragón le miró con suspicacia, sin pestañear. Luego añadió con voz ronca:
_No.
Duder se dio la vuelta y les dijo a sus compañeros:
_¿Qué os dije?
Un instante más tarde Duder quedó envuelto en llamas.